sábado, 19 de febrero de 2011

El médico ruso que se operó así mismo

“Un trabajo como cualquier otro, una vida como cualquier otra” – Rogozov



El 5 de Noviembre de 1960, el barco Ob zarpó desde Leningrad, Rusia, con rumbo hacia la Antártica. Después de 36 días de navegación dejó parte de la tripulación en Princess Astrid Coast, la tarea de la expedición era construir una base polar en la Antártica en Schirmacher Oasis y pasar el invierno ahí. Después de nueve semanas, el 18 de Febrero de 1961, cuando ya estaba próximo el invierno, la nueva base Novolazarevskaya estaba lista.

El invierno polar traería meses de oscuridad, tormentas de nieve y fríos extremos; el mar estaba congelado y el barco, ya zarpado, no volvería hasta un año después. Los 12 residentes de Novolazarevskaya tendrían que arreglárselas por su cuenta para sobrevivir.

Uno de los miembros de la expedición era Leonid Ivanovich Rogozov, cirujano de 27 años de edad proveniente de Leningrad. Él había congelado una prometedora carrera y se había sumado a la expedición poco antes de la fecha en que debía defender su tesis sobre nuevas técnicas para operar el cáncer de esófago. En la Antártica era principalmente el médico del equipo, aunque había servido de meteorólogo y de chofer de los todoterreno de los que disponían.

29 de Abril, 1961


Después de varias semanas Rogozov se sintió mal. Notó síntomas de debilidad, malestar general, náuseas y, más tarde, dolor en la parte superior del abdomen, el cual migraría posteriormente hacia el sector inferior derecho (fosa ilíaca derecha). Su temperatura se elevó a 37,7ºC. El escribió en su diario:

“Parece que tengo apendicitis. Mantendré la calma y seré discreto al respecto, incluso estaré sonriente. ¿Para qué asustar a mis amigos? ¿Quién podría servir de ayuda?…”

Como cirujano, Rogozov no tenía dificultad en diagnosticar una apendicitis aguda. No obstante, en esta ocasión el destino le hacía una cruel jugada. Si deseaba sobrevivir, sabía que tenía que someterse a una cirugía, pero estaba en una base de avanzada en la Antártica, sin posibilidad de transportarse, en medio del invierno polar y las tormentas de nieve hacían imposible el pensar en el transporte aéreo. Había además otro problema: el único médico ahí era él.


30 de Abril


Todos los tratamientos conservadores habían sido realizados (antibióticos y frío local), pero la condición general del paciente empeoraba: la fiebre iba en aumento y los vómitos se hacían frecuentes.

“No dormí anoche, ¡duele como un demonio! Una tormenta de nieve está atravesándome por dentro, como cien chacales dentro mío. Aún no hay síntomas obvios de que la perforación sea inminente, pero una sensación opresiva se cierne sobre mí… Tengo que meditar acerca de la única salida posible: intervenirme a mí mismo…es casi imposible…pero no puedo cruzarme de brazos y rendirme.”

“18.30. Nunca en toda mi vida me he sentido tan mal. El edificio se sacude como un juguete en medio de la tormenta. Los otros ya se dieron cuenta, vienen cada rato a tranquilizarme. Estoy molesto conmigo mismo, he arruinado el feriado de todos. Mañana es 1 de Mayo. Ahora todos están corriendo, tenemos que esterilizar las ropas de cama; vamos a operar.”

“20.30. Estoy empeorando. Le he dicho a los otros, ahora ellos están sacando del cuarto todo lo que no necesitamos.”

Preparando la Operación

Bajo las instrucciones de Rogozov, los miembros de la expedición prepararon un improvisado pabellón quirúrgico. Sacaron todo de la habitación, dejando sólo la cama de Rogozov, dos mesas y una lámpara de mesa. Inundaron la habitación con luz ultravioleta y esterilizaron la ropa de cama y los instrumentos.

Mientras tanto, así como Rogozov, el meteorólogo Alex andr Artemev, el mecánico Zinovy Teplinsky, y el director de la estación, Vladislav Gerbovich, fueron seleccionados para lavarse y prepararse para la cirugía. Rogozov les explicó cómo procedería la intervención y les asignó tareas: Artemev le tendría y facilitaría los instrumentos; Teplinsky sostendría el espejo y ajustaría la luz de la lámpara; Gerbovich estaba como reserva, en caso de que las náuseas derrotaran a alguno de sus asistentes. En el caso de que Rogozov perdiese la conciencia, instruyó al equipo para inyectarlo con las jeringas que había preparado y para que le proporcionaran ventilación artificial. Después hizo un lavado quirúrgico de las manos de Artemev y Teplinsky y les puso guantes quirúrgicos.

Cuando los preparativos estuvieron listos, Rogozov se lavó y se posicionó para el procedimiento. Eligió una posición semi reclinada, con la mitad derecha de la cadera ligeramente más elevada que la izquierda. Anticipando la necesidad de usar su sentido del tacto para guiarse, decidió trabajar sin guantes.


La Operación




(Foto: Rogozov interviniéndose a sí mismo. Foto tomada por un miembro de la expedición durante la auto operación de Rogozov.)

La intervención comenzó a las 2 am hora local. Rogozov se anestesió la piel y la pared abdominal con varias inyecciones de procaína. Después de 15 minutos se hizo una incisión de unos 10 – 12 cm. La visión de la profundidad de la herida no era la mejor; varias veces tuvo que elevar la cabeza o usar el espejo para poder ver mejor, pero durante la mayor parte trabajó por tacto. Después de 30 – 40 minutos Rogozov comenzó a tomar pequeños descansos debido a la debilidad general y al vértigo. Finalmente logró remover el apéndice, que estaba severamente inflamado y dañado. Aplicó antibióticos en la cavidad peritoneal y cerró la herida. La operación duró 1 hora y 45 minutos. Durante la operación, Gerbovich llamó a Yuri Vereshchagin para que tomara fotografías de la intervención (ver fotos). Gerbovich escribió esa noche en su diario:

“Cuando Rogozov hizo la incisión y estaba manipulando sus propias vísceras mientras removía el apéndice, sus intestinos gorgoteaban, lo que era muy desagradable para nosotros; le hacía a uno querer irse, huir, no mirar – pero mantuve mi cabeza fría y me quedé ahí. Artemev y Teplinsky también se quedaron en sus lugares, aunque después se voltearon y ambos estaban mareados y cerca de desmayarse… Rogozov estaba calmado y concentrado en su trabajo, pero el sudor corría por su rostro y le pedía frecuentemente a Teplinsky que le secara la frente… La operación terminó a las 4 am hora local. Al final, Rogozov estaba muy pálido y evidentemente cansado, pero había terminado todo”




(Foto: Rogozov interviniéndose a sí mismo. Foto tomada por un miembro de la expedición durante la auto operación de Rogozov.)

El Post Operatorio

Después Rogozov le mostró a sus asistentes cómo retirar y lavar el instrumental y otros materiales. Una vez terminado todo, tomó píldoras para dormir y se recostó para descansar. Al día siguiente su temperatura era de 38,1ºC; él describió su condición como “moderadamente grave” pero en general se sentía mejor, continuó tomando antibióticos. Cuatro días después su función excretora volvió a la normalidad y los signos de peritonitis localizada desaparecieron. Al quinto día su temperatura era normal; a una semana de la operación se quitó los apósitos. Dentro de dos semanas estaba en condiciones de volver a sus labores normales y a su diario.

8 de Mayo, 1961.

“No me permití pensar más que en la tarea que tenía entre manos. Era necesario mantenerme firme, mantenerme firme y apretar los dientes. En el caso de que perdiera la conciencia, le di a Artemev una jeringa y le mostré cómo debía inyectarme. Elegí una posición casi sentado. Le expliqué a Zinovy Teplinsky cómo sostener el espejo. ¡Pobres ayudantes! Al último minuto los miré: parados ahí con delantales blancos, más blancos ellos que sus delantales. Yo también tenía miedo. Pero cuando tomé la primera jeringa y me inyecté la anestesia, de alguna manera cambié automáticamente el interruptor a “modo operación”, y de ahí en más no sentí nada.

Trabajaba sin guantes. Era difícil ver, el espejo ayuda pero también confunde – después de todo muestra las cosas al revés. Trabajo principalmente por tacto. El sangrado es abundante, pero me tomo mi tiempo, trato de trabajar con seguridad. Abriendo el peritoneo dañé el ciego y tuve que suturarlo. Repentinamente se me cruza por la cabeza: acá debe de haber más heridas que no he notado… Me debilito más y más, mi cabeza comienza a dar vueltas. Cada 4 ó 5 minutos descanso por 20 a 25 segundos. Finalmente, ahí está, ¡el maldito apéndice! Con horror noto la coloración negruzca en su base. Eso significa que un día más y se hubiera roto y…

En el peor momento, al tener que remover el apéndice, me sentí mal: mi corazón comenzó a latir notablemente más lento y sentía mis manos como caucho. Bien, pensé, esto va a terminar mal. Y todo lo que quedaba era remover el apéndice…

Ahí me di cuenta de que, básicamente, ya me había salvado.”


Dejando la Antártica


Después de más de un año, el equipo de Novolazarevskaya abandonó la Antártica, y el 29 de Mayo de 1962 su barco atracó en el puerto de Leningrad. Al día siguiente Rogozov regresó a su trabajo en la clínica. Poco después defendió con éxito su tesis. Trabajó y enseño en el Departamento de Cirugía General del Instituto Médico de Leningrad. Nunca regresó a la Antártica y falleció en San Petersburg, nombre que reemplazó al de Leningrad, el 21 de Septiembre de 2000.

La auto intervención de Rogozov fue probablemente la primera en su clase llevada a cabo con éxito y en un entorno inhóspito, fuera del hospital, sin posibilidad de ayuda externa y sin ningún otro profesional médico cerca. Se mantiene como un ejemplo de determinación y de la voluntad humana por sobrevivir. En los años posteriores el mismo Rogozov rehusó la glorificación por sus actos. Cuando se le mencionaba esto, él usualmente respondía con una sonrisa y con las palabras: “Un trabajo como cualquier otro, una vida como cualquier otra”.

martes, 15 de febrero de 2011

FELIZ CUMPLEAÑOS!!!

EL 16-02-2011,
CLARA, la escritora de "Un relato Cualquiera"
CUMPLE 24 AÑOS,

ME AYUDAIS A FELICITARLA?

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domingo, 6 de febrero de 2011

El lago Vostok, bajo la Antártida




Durante 15 millones de años, un lago bloqueado por el hielo ha permanecido sellado bajo la capa helada de la Antártida, posiblemente escondiendo formas de vida prehistóricas o desconocidas. Pero ahora, científicos rusos están a punto de alcanzar sus secretos.

El equipo de Alexei Turkeyev, jefe de la estación polar rusa Vostok, ha perforado durante semanas en una carrera contra el tiempo para llegar al lago, a 3.750 metros bajo la capa de hielo polar, antes del final del breve verano antártico.

Con la rápida llegada del invierno, los científicos se verán forzados a dejar el lugar en el último vuelo por esta temporada, programado para el 6 de febrero. En ese lugar se registró la temperatura más baja en la Tierra, 89,2 grados Celsius bajo cero.

Ahora hace 40 grados bajo cero. "Pero no importa, estamos trabajando. Nos sentimos bien. Sólo quedan cinco metros hasta que lleguemos al lago", dijo Turkeyev.

Los científicos sospechan que las profundidades del lago revelarán nuevas formas biológicas, mostrarán cómo era el planeta antes de la Era de Hielo y cómo evolucionó la vida.

Podría también ofrecer una visión de qué condiciones para la vida existen en lugares extremos similares como Marte y la luna de Júpiter Europa.

"Es como explorar un planeta extraterrestre en el que nadie ha estado nunca. No sabemos qué encontraremos", dijo Valery Lukin del Instituto ruso de Investigación del Artico y la Antártida (AARI por su sigla en inglés) en San Petersburgo, que supervisa la expedición.

Cien años después de las primeras expediciones al Polo Sur, el descubrimiento de una oculta red de lagos subglaciales en la Antártida a finales de la década de 1990 vía imágenes satelitales generó un nuevo fervor exploratorio entre los científicos de todo el mundo.

Exploradores estadounidenses y británicos también se encuentran en misiones para llegar a otros lagos subterráneos, algunos de los últimos lugares sin explorar en el planeta.

Un lugar único
El lago Vostok, del tamaño del lago Baikal en Siberia, es el mayor, el más profundo y más aislado de los 150 lagos subglaciales de la Antártida. Está supersaturado de oxígeno, por lo que no se parece a ningún ambiente en la Tierra.

Bajo la interminable capa de hielo, John Priscu de la Universidad Estatal de Montana, un importante científico del programa estadounidense para explorar otro lago antártico, sospecha que criaturas se desplazan, lejos de la luz del sol, alrededor de conductos termales en las profundidades del lago.

"Creo que el lago Vostok es un oasis bajo la capa de hielo para la vida. Sería realmente genial poder hacer un muestreo completo (...) Pero hasta que no aprendamos cómo llegar al sistema limpiamente eso es todo un tema", dijo a la agencia Reuters.

Los exploradores enfrentan la pregunta: ¿cómo iremos a donde nadie ha ido antes sin arruinar el lugar o volver con algún virus extraño?

"Estoy muy entusiasmado pero una vez que lo hagamos no hay vuelta atrás", dijo Alexei Ekaikin, un científico con la expedición en la Estación Vostok.

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