A finales del siglo XVIII los revolucionarios franceses se propusieron
adaptar el calendario al sistema decimal a la vez que
eliminar de él todas las referencias religiosas, así como otras
rarezas fruto de la tradición y la historia. El resultado convertiría las semanas en
décadas de 10 días, los días pasarían a ser divididos en
10 horas, las horas en
100 minutos y los minutos en
100 segundos. Una de las medidas que menos entusiasmo despertó sería que las décadas
sólo tendrían un día de fiesta, es decir un domingo.
Reloj de 10 horas con equivalencia al de 24.A menudo se considera que la Revolución Francesa comenzó del 14 de Julio de 1789 con la toma de la Bastilla. Sin embargo, el
período de cambios radicales asociado con el
Reino del Terror de
Robespierre y la guillotina no empezó hasta el
tumultuoso verano de 1792, cuando la nueva asamblea legislativa, en su mayor parte jacobina llamó a la primera Convención Nacional e inmediatamente proclamó a
Francia como república.
Un año después de esa proclamación, el 20 de Septiembre de 1793, un matemático llamado
Gilbert Romme presentó su propuesta para
un calendario totalmente nuevo. Era un período marcado por el sentimiento de comienzo de una nueva era y de
reformas radicales en muchas áreas de la
vida pública y privada de Francia. La iglesia Católica que había tenido una posición tan dominante en la Francia pre-revolucionaria era considerada ahora anti-revolucionaria, y el
calendario gregoriano, con sus santos del día y fiestas religiosas, era un poderoso
símbolo de la influencia subyacente de la iglesia.
Romme había recibido la misión de crear una “
división más científica del año, con más conexión con el movimiento de los astros, las estaciones y la tradición”. El resultado fue puesto en práctica
durante 13 años entre 1792 y 1805 y es conocido como el “
Calendario Revolucionario Francés”.
El año en este calendario “racional” ya
no comenzaría el 1 de Enero, sino en el equinoccio de otoño y el aniversario de la proclamación de la república: 21 de Setiembre.
Cada mes tenía 30 días, divididos en 3 décadas de 10 días cada una. Cada día “
métrico” estaba dividido en 10 horas, cada una de las cuales de 100 minutos de 100 segundos cada uno. De esta manera, cada hora era más larga que una hora convencional, el minuto un poco más, y el segundo ligeramente más corto.
Gracias a la “racionalidad” del nuevo calendario, ahora las
décadas encajaban perfectamente en los meses y al ser
todos los años iguales, a excepción de los bisiestos,
no hacía falta comprar un calendario nuevo cada año.
Calendario Republicano de 1794 dibujado por DebucourtLos 10 días de la década se llamaban:
primidi,
duodi,
tridi,
quartidi,
quintidi,
sextidi,
septidi,
octidi,
nonidi y
décadi. Cada
décadi era el
día de descanso de los trabajadores.
Cada fecha individual recibía un nombre, que reemplazaba los santos del día católicos, los
quintidi y los
décadi recibían el nombre de
un animal y de
una herramienta del campo respectivamente, y el resto de los días nombres de
árboles, arbustos y plantas. Así había días de la zanahoria, pera, miel, burro, arado o pico.
Como todos los meses tenían 30 días, en total sumaban 360, por lo que sobraban, o faltaban,
5 días en un año no bisiesto. Estos días, llamados complementarios, eran colocados
al final del año (16-22 de Septiembre) y eran
días de fiesta:
les Fete de la Vertu(virtud),
de la Génie (talento),
du Travail (trabajo),
de l’Opiniony
des Récompenses. Los años bisiestos contaba con una fiesta más:
Fete de la Révolution.
El poeta Fabre d’Églantine fue el encargado de encontrar un
nombre para los meses de Romme, escogiendo apelaciones evocativa de los cambios de las estaciones y la belleza de la naturaleza. Empezando por el mes que substituiría Septiembre/Octubre serían:
vendimiario (de vendimia),
brumario (de niebla),
frimario (de escarcha),
nivoso (de nieve),
pluvioso,
ventoso,
germinal,
floreal,
pradeal (de pradera),
mesidor (de cosecha),
termidor (de calor),
fructidor (de fruta). La mayoría de estos nombres eran neologismos derivados de palabras similares en francés, latín o griego. Como una prueba más de racionalidad, el nombre de todos los meses de la
misma estación tiene la
misma terminación.
Alegoría de Mesidor, el mes de la cosechaEl nuevo calendario fue adoptado por la Convención Nacional el
5 de Octubre de 1793, y todos los documentos fueron datados con referencia a la proclamación de la república,
el 21 de Septiembre de 1792 como primer día del año I. De Septiembre de 1792 a Septiembre de 1793 era el año I, 1793/4 era el año II y así sucesivamente. De esta manera el calendario comenzaba un año antes de su adopción. Su aplicación se extendería a
territorios ocupados militarmente, como España, y a las
colonias francesas en
América y África.
La
gente normal tuvo dificultades para adaptarse al nuevo calendario, especialmente a la semana de 10 días, lo que además implicaba
3 días más de trabajo sin descanso, y rompía las convenciones establecidas en el mundo del comercio, tales como
días de mercado y ferias. Por esto se considera que la semana, tal vez la agrupación de días más persistente de todos los calendarios de la historia, fue la causante de la poca popularidad del calendario revolucionario. La gente tampoco recibió con agrado la
substitución de las festividades tradicionales por las nuevas.
Otra de las dificultades era la
carencia de una patrón regular para los años bisiestos, lo cual dificultaba datar eventos futuros debido a la imprecisión de los conocimientos astronómicos de la época. El decreto que estableció el nuevo calendario por una lado decía: “
cada año empieza a la medianoche, con el día que el equinoccio de otoño cae sobre el observatorio de Paris”, pero también: “
el período de 4 años, al final del cual esta adición de un día es habitualmente necesaria, es llamada Francíada, el cuarto año de la Francíada es llamado Sextil”. Ambas
normas eran incompatibles, ya que los años bisiestos definidos en base al equinoccio no ocurren de manera regular cada 4 años.
El
ocaso del nuevo calendario comenzaría en
1801, pero no por sus dificultades sino por motivaciones políticas. Napoleón, que en aquel entonces era Primer Cónsul, estaba convencido que un
acuerdo con la Iglesia Católica sería crucial para sus intereses. Por lo que decidió mejorar sus relaciones con ella mediante la negociación de un
Concordato con el Papa
Pio VII que entre otras cuestiones
restablecía el nombre de los días de la semana y el
domingo como día de fiesta a partir del 18 de Abril del 1802.
El resto del calendario continuaría en vigor unos años más, pero su
abolición total llegaría la medianoche del 31 de Diciembre de 1805 (
10 de nivoso del año XIV), en aquel momento Napoleón ya se había anexionado los Estados Pontificios y había sido excomulgado por Pío VII, que sería posteriormente encarcelado por Napoleón. Puesto que Napoleón ya no veía al Papa como un posible aliado, el anterior Concordato parece ser que pesó poco en la toma de la decisión y si lo hicieron más la
amplia impopularidad del calendario o la
confusión que existía entre el
comienzo del año, los
bisiestos y el
equinoccio. En cualquier caso a Napoleón le convenía eliminar este vestigio de la
democracia republicana.
La obligatoriedad y uso del
tiempo decimal aún había sido más corta, aunque se llegaron a
fabricar relojes adaptados a los días de 10 horas, la idea no llegó a cuajar entre la gente, y el uso obligatorio había sido
suspendido el 7 de Abril de 1795.
Tras el
derrocamiento de Napoleón el calendario revolucionario se volvería a implantar brevemente. Y sería vuelto a usar por la efímera
Comuna de París entre el 6 y el 23 de Mayo de 1871 (16 del Floreal y 3 del Praderal del año LXXIX). Hoy en día su
uso oficial queda reducido a los
textos legales que fueron adoptados mientras el calendario republicano era oficial y siguen en vigor en Francia que han mantenido sus fechas originales. Sólo algunos
entusiastas en Francia siguen empleándolo, más por nostalgia histórica que funcionalidad.
Una de las
paradojas de este calendario es que su intento de eliminar las referencias religiosas del calendario para hacerlo
más universal, acabó dando como resultado un
calendario aún más local, en este caso
centrado en Francia, dado que los nombres descriptivos de los meses podían ser confusos e imprecisos en otras latitudes, por ejemplo un Termidor (
mes de el calor)
helado en el hemisferio sur.